Caracol de Mar –a un paso de la Catedral Metropolitana y, por tanto, en pleno centro– goza de una situación inmejorable. Pero la ubicación no es la única razón por la que este restaurante especializado en pescados y mariscos destaca entre los demás. En su cocina, las tradiciones culinarias mexicanas se adornan con pinceladas peruanas y sus buenos precios, en una zona conocida no precisamente por ser barata, son una ventaja añadida. El apetitoso aguachile de camarón, tan vistoso como refrescante, es un buen comienzo. El pulpo al carbón de olote destaca por su ejecución, su sabor y su agradable nota ahumada. Para acabar, el granizado de fruta de la pasión es un postre tan sencillo como delicioso.